Por Daniel Salerno *
¿Podemos caracterizar nuestra época como atravesada por la angustia? Tal vez. Pero en general todas las personas que atravesaron una época determinada sintieron que estaban atravesadas por la angustia: hambrunas, guerras, migraciones, amenazas nucleares, etc.
La idea entonces es poder discernir o discriminar en que consiste la angustia (como si fuera un objeto único) de nuestra época. ¿Qué nos angustia? ¿Qué nuevos horizontes simbólicos provocan angustia en nosotros hoy?
Lo primero que surge como respuesta, para ir más allá de los lugares comunes, es una profunda soledad, en el medio de una híper vinculación digital. Miles de "amigos" y contactos virtuales, y pocos cara a cara. Miles de "cafecitos", "conversatorios", clases, todas sin el entorno de la mirada o el gesto. Sé que más de un lector puede pensar que es otra modalidad, o que ya está acostumbrado, o que.... pero no, lo humano se caracteriza desde los principios de nuestra vida, por el gesto, el contacto. El gesto sanciona lo dicho, el gesto nos orienta. ¿Cómo podemos observar gestos, posturas, detalles, a través de una pantalla?. Actualmente no se puede (no quiero decir con esto que en algún futuro sí pueda realizarse).
Esta particular forma de relacionarnos hoy, tiene un impacto crucial en nuestra subjetividad (la forma en que percibimos y vivimos el mundo y en el mundo). Y es, según varios de los pensadores más reconocidos de la actualidad (Byung Chul Han, Eric Sadin, Thomas Bauer, Zigmunt Bauman) una fuente problemas para nuestro vivir cotidiano.
En sus obras podemos encontrar detallado, todo el camino y derrotero de los acontecimientos que nos fueron llevando a la "Sociedad Digital" y parte de los efectos de lo que ella produce. Pero no hay mucho esbozo de posibles salidas al panorama sombrío. Mi intención aquí es traer algo de esperanza a ese panorama.
Una esperanza es conectarnos con nuestra sensibilidad. Es una probable salvación para el mundo tecno digital subjetivo. La emoción es lo que surge como reacción biológica, el sentimiento es cuando le ponemos palabra a eso que sentimos. Conectarnos con nuestra sensibilidad puede ser la salida a la cárcel digital, al encierro tras la pantalla. Es necesario e indispensable. El mundo sensible, el mundo de los afectos que es justo el que el neoliberalismo puro quiere atacar para volvernos solamente productores/consumidores. Darnos cuenta que la felicidad esta en lo afectivo, el mundo de los afectos. Dejar de explorar la luna, marte o el fondo del mar y volver a nuestro interior.
Poder permanecer, hacer que las cosas duren, tengan duración y experimentar la misma, también es una forma de re encontrarnos con lo más auténtico nuestro. Byung Chul Han escribió un libro titulado "La desaparición de los rituales". El sostiene que los rituales nos abren portales a que el tiempo vivido tenga un inicio, un desarrollo y un cierre. Si observamos cómo fueron desapareciendo los rituales en nuestra vida cotidiana y social, también tenemos una llave para poder hacer algo para permanecer en las cosas.
Más allá de los rituales (peligrosos para determinadas enfermedades "mentales"), lo importante es poder permanecer en las cosas. Está de moda soltar, dejar, abandonar. Para determinadas personas puede servir, pero no siempre es bueno soltar. A veces es necesario atravesar algo, sostenerse, comprender que en la vida ocurren procesos y que estos tienen duración. De esta forma, esa vivencia de aceleración del tiempo, que tantas veces sentimos o escuchamos hablar, se empieza a ralentizar. La aceleración se siente porque saltamos de un tema a otro de nuestra vida, sin construir una narración (Han). El tiempo se atomiza.
En el consultorio, las personas sostienen que el tiempo se les va volando, que les pasó todo rápido, que no saben cómo llegaron a esta edad, etc.
Por eso es tan importante comprender los mecanismos que nos hacen sentir esta aceleración, y por eso esta propuesta para revertirla. Permanecer, contemplar. No hace falta la figura de un monje Zen, es más simple. Es permitirse tener momentos de ocio, de no hacer nada, y también de conectarnos con nuestra parte sensible, nuestras emociones y, como escribí más arriba, con nuestros sentimientos.
Manuel Castilla, un poeta salteño escribía:
Yo soy el que no hace nada.
El que se queda
Mirando como las nubes
Altas, se alejan.
Yo estoy nomás
El ocio permite la creación, y también el contacto con la emoción pura. Ojalá dejemos de tratarnos a nosotros mismos como maquinas, y comencemos a habitarnos humanamente.
*Psicólogo, psicoanalista y divulgador filosófico